
Fui engañado, creyendo que volvería a Granada. Incluso eché los guantes intuyendo el frío de la ciudad de la Alhambra. En cambio, Almería fue el destino de llegada y de salida. A pesar de todo, el León de las Indias supo regar mi sinsabor con el aceite del Cstillo de Tabernas. Para el desayuno, el almuerzo y la cena. Que está lacrao y to. El mejor acite que he tomao, decía. Lo cierto es que no mentía. A dos manos nos vimos por ver el blaco de los platos y relamernos con el pan y el oro de la tierra. Despues de todo algo tenía que tener Tabernas, porque su castillo no es mas que un espejismo encima de una loma.
Qué arte!!!! Te quejarás del oro líquido
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