26 julio 2006

DESDE EL CIELO DE TRIANA



El pasado lunes 24 de julio, y con ocasión de la anual velá que el arrabal sevillano de Triana le tributa a su patrona, la Señá Santa Ana, se organizó en la parroquia que lleva su nombre una visita a las cubiertas, torre campanario y cripta.

En mi afán de convertirme en corresponsal de El León de las Indias, y aunque el sol todavía quemaba el asfalto, era una oportunidad que no podía dejar pasar; extasiarme con la vista panorámica de Sevilla desde la otra orilla.

Cuando entré en la real parroquia ya había gente en los bancos en una espera de oraciones a que comenzara la novena en honor a la madre de la Virgen. La puerta que da acceso al campanario estaba abierta. Una señora de edad avanzada subía delante mía, aunque pronto tuvo que dejarme paso. Asfixiada me dijo que la adelantara, que tenía una prótesis y no le quedaba más remedio que parar el ascenso. Lo cierto es que la susodicha tuvo más valor que el Guerra, porque los escalones eran altos y la pendiente muy inclinada. Creo que le escuché algo de poner un ascensor para subir.

Una vez arriba tenía la sensación de estar en una jaula llena de campanas. Es más, había que sortear una de ellas para acceder a las cubiertas. A dos aguas, seguía el mismo esquema que la planta, con el ábside orientado al Guadalquivir. Por primera vez vi mirarse las dos torres a su misma altura, cara a cara. La catedral de Sevilla y la de Triana separadas por el trazo verde del río. Raro era el individuo que no llevaba una cámara de fotos para captar la luz y el paisaje de corrales y calles estrechas que se pierden.

EN LAS ENTRAÑAS DE TRIANA

Costaba trabajo bajar porque tenía la sensación de que me perdía algo, pero los “gritos” del mudo de Triana se hacía ya sentir en las alturas. Una vez abajo me quedaba por visitar la cripta. Costaba la visita dos euros en concepto de donativo para seguir restaurando el patrimonio que posee la primera iglesia que fundara Alfonso X El Sabio tras la Reconquista de Sevilla.

Se accede por la Capilla de San Joaquín, ubicada en el muro de la Epístola. De bóveda de cañón, se extiende a lo largo de toda la nave. Ha sido acondicionada para albergar una sala de exposiciones con el ajuar litúrgico y procesional de la iglesia, así como para mostrar las piezas ya restauradas y las que aún tienen que pasar por este proceso de revitalización.

Cuando salí de las entrañas de Triana los fieles se adueñaban del espacio sacro para asistir a la novena. Entre ellos Matilde Coral, que rogará con insistencia porque no le cierren su academia de baile.

Una vez fuera sólo quedaba disfrutar de la noche trianera y del paseo por la Calle Betis.

4 comentarios:

Rocío, picoleta consorte dijo...

Aunque no nací en Triana, me considero hija adoptiva por todo lo que rodea mi vida. Yo no he tenido la oportunidad de subir para contemplar la belleza no sólo de Sevilla, sino de este barrio con su encanto característico que lo hace diferente a los demás. Y si has tenido esa oportunidad no me podrás negar que Triana tiene duende....jajajaja. Bueno que me ha encantado eso de ser corresponsal del almeriense en este acontecimiento. besos

Anónimo dijo...

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