19 abril 2007

CAZORLA


Foto: Alberto Ramírez

10 abril 2007

NUESTRO JUEVES SANTO

Dicen que con los años se gana en madurez. Que conforme van pasando vemos la vida de otra forma. Pero vuelvo a ser un niño cuando acudo a renovar un pasaporte anual que me permite viajar contigo, por unas horas, a una ciudad trasfigurada, a unas calles engalanadas con su color por unos caminos de cera, testigo de otras travesías terminadas.

Todos los años me pasa lo mismo, siempre se me olvida el tiempo que nos une. Sólo se que contigo he crecido y he madurado. Contigo he reído, he disfrutado, he ganado, y nunca, a pesar de los pesares, me has negado el amor fraterno que predica el día grande de nuestro calendario.

Con este son tres los viajes frustrados a los pilares del cielo que cobijan el sagrario de un Dios flagelado, coronado y crucificado. Tres, como los clavos que sujetan a la cal el que a tu diestra se asoma al devenir de tu barrio. Nunca olvidaré el primero, tanto que lo tengo escrito en las páginas de un número que no recuerdo con las letras de un joven orgulloso y convencido. Como convencido estaba de que este año no habría senda, que no sería posible partir tan siquiera del suelo ajedrezado. Pero habíamos quedado allí, Tú bajo un cielo de malla y yo bajo el ensimismamiento de tu mirada, rendida de humildad e inclinada de dulzura. Nuestro punto de partida, mi comunión con tu carne de madera, tu carne venerada por siglos. Pero ni la elegancia hecha hábito, ni ambiente, ni luz, ni nada; sólo un cielo en tinieblas que presagiaba naufragio. Y ahí estaba yo, con la misma ilusión del primer día, con el nerviosismo que cosquillea las entrañas y con la impaciencia de una demora que rememoraba lo vivido. La estancia ajena a mí y yo ajeno a la habitación. Cristal empañado, esperanzas que se empañan e ilusiones que se mojan.



Quedó anulado nuestro viaje,
el que todos los años hago de tu mano
para arrodillarme, como el que va delante,
ante un Dios entregado.
No sonó tu palio, como no rozó el rosario
en varales de plata calado.
No hubo huerto sevillano,
ni Cristo por ángel confortado,
ni el sueño de Pedro, Juan y Santiago.
No se olió el incienso quemado,
ni la marcha que un buen día te dedicaron,
ni se oyó saeta en balcón engalanado
ni cielo de pétalos deshojados.
No subí con los ojos la rampa de tu manto,
el que me dice que todo ha terminado,
cuando el jueves ya no es jueves
sino Madrugá de Viernes Santo.
No salió el sol en la Plaza de los Carros
quedándonos sin nuestro Jueves más señalado,
y por más que quiera vacío me he quedado.
Aunque busque el Silencio
siempre me llevaras del brazo
Porque sabes que soy tuyo
de la corona al vellocino sagrado,
Porque sabes que antes de pisar el asfalto
Me santiguo con tu letanía pronunciando,
La que cuando anochece
susurran mis labios
Y cuando amanece
dibujo en mi cielo adintelado.
Porque sabes que nuestro viaje
no es un día sino un diario.
Fotos y texto: Alberto Ramírez y Carlos Sánchez

08 abril 2007

07 abril 2007

04 abril 2007