La ciudad es un ir y venir con el nerviosísmo de lo que está por venir.
Unos hacen cola para recoger el programa de itinerarios que les guíe por las procesiones de los dias. Otros se agolpan frente a la Esperanza Macarena, que comienza a recoger los ruegos y piropos desde la altura de su paso de palio, desprovísto aún de la candelería que derramará la gracia y las horas junto a Ella en la Madrugá.
Siguiendo ese río sinuoso e imaginario me detengo en la recoleta Capilla de Monte-Sión. Allí todo es trasiego y todo es trabajo. El ángel confortador, desprovisto de las alas con las que un día bajó para quedarse en este huerto sevillano, sólo ofrece sus manos vacias al Señor arrodillado que espera sus galas de oro. El palio argenteo de la Virgen del Rosario, a la espera de los respiraderos y de la cera que iluminará su llanto. Ella sin la realeza de su corona pero ataviada de reina. Su manto, aún sin bullón, es la rampa que sube hasta su gloria, la mísma que me veré obligado a dejar cuando el Jueves Santo haya expirado en la noche más cerrada y profunda.
Foto y texto: Alberto Ramírez
Finalizo este itinerario habitual en la Anunciación. Allí los pasos de la Hermandad del Amor totalmente dispuestos para salir el próximo Domingo de Ramos, cunado el Señor de la Sagrada Entrada bendiga a su pueblo entre palmas y olivos. Como contrapunto, el altar itinerante aguarda la subida de la Virgen del Valle, cuando el Viernes de Dolores a las 12 de la noche baje de su altar de Septenario, como el péndulo de un reloj que marca las horas mágicas, para anunciar que ya acabó la cuenta atrás.
Todos tenemos la papeleta de sítio sacada. Sólo falta la impaciencia de que llegue el día. Buena Estación de Penitencia. La ciudad espera.
1 comentario:
La primera es mi vecina no? jejeje. Weno tu mira el correo ke tienes un mensaje urgente. marijolamejo
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